miércoles, 17 de septiembre de 2008

Contrastes en blanco y negro

Más de veinte días; bastante más de lo que tienen muchos cuando salen de vacaciones. Los veraneantes regresan a casa afirmando con rotundidad que conocen el país y sus costumbres, y ponen una cruz en su lista de destinos pendientes mientras piensan ya en las próximas posibilidades.
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A mis tres semanas de estancia en la capital dominicana, yo todavía no considero que conozca la ciudad lo suficiente, ni he encontrado palabras para expresar cómo me siento y cómo me afecta mi entorno. Y mientras trato de ordenar las ideas sólo encuentro un término que aparece en mi cabeza una y otra vez: CONTRASTES.

Imagina una ciudad sin ley. Un lugar de amplias avenidas, en las que la basura rebosa hasta que llegue el momento semanario en el que por única vez se recoge, y mezcla las sobras del día a día con esbelta vegetación autóctona. Altas palmeras y otras plantas que cuidan y engalanan las calles ignorando desperdicios y despojos. Lo peor y lo mejor de la calle en una misma acera.

Camino por calles cuasi vacías. Sólo en los semáforos se ven viandantes que se entrecruzan con los autos atendiendo sus negocios cuando el disco está en rojo. Mercader en la venta a bajo precio de limoncillos, tarjetas telefónicas, periódicos, aguacates,.. más algún mendigo rezando una limosna. Una se pregunta donde se esconden en hora punta 3 millones de habitantes... Todos y nadie en un mismo distrito.

Pero solo hay que sacar la vista de la acera para darse cuenta: el coche es uno de los grandes protagonistas de la ciudad. No sólo es un medio de transporte, es una forma de sentirse seguro ante la delincuencia en la calle. Uno, dos, tres, treinta, cien , miles de vehículos ignorándose entre sí y tratando de llegar a tiempo a su destino. Y otra vez la disparidad: costosos carros casi inasequibles en nuestra sociedad, circulan de la mano junto a reliquias destartaladas, y oxidadas que parecen estar a punto de descomponerse a nuestro paso. Acaudalados y míseros compitiendo en la misma vía.



BLANCO Y NEGRO CONVIVIENDO BAJO UN MISMO CIELO SIN ESCALA DE GRISES.

Margarita

jueves, 11 de septiembre de 2008

Consecuencia de las últimas tormentas


Javi y Rafa. (Vivimos en el mismo bloque de pisos)


Aquí estamos en Santo Domingo en época de lluvias y tormentas, y como es normal llueve día tras día y el sol no se ve. Vienen los huracanes y ya vamos a por el cuarto, todo vuela y las calles se inundan de agua.
Debido a estas tormentas, hemos estado durante una semana entera sin suministro de luz y agua, con todos los inconvenientes que ello conlleva, entre otras cosas el tener que ducharse y lavarse con el agua que se subíamos con cubos desde un pozo que se encuentra en la calle (vivímos en un 3º y un 4º respectivamente).
Suerte que somos privilegiados y dentro de lo que cabe vivimos en unas condiciones óptimas, y no corremos más peligro del ya mencionado. Mientras que hay gente que lo poco tiene lo pierde con cada huracán que pasa por la isla, y estos no son pocos.

Durante estos días de tormenta, hemos tenido la oportunidad de visitar diferentes barrios de la ciudad, y como suele suceder, la gente más pobre es la que más padece las consecuencias, sus casas y sus calles quedan anegadas de agua durante días, mientras que en los barrios más ricos estos problemas se solventan en unas pocas horas gracias al alcantarillado, a la recogida de basura y de árboles caídos que dificultan el paso.

jueves, 4 de septiembre de 2008

Tamayo,14 horas.


Al mediodía me reconvierto en una pieza de Tetris para viajar en moto, que aquí se llaman moto conchos. Mujeres con falda sentadas de lado y con un paraguas del brazo, cuatro personas subidas (una de ellas con silla), el Che como conductor, a veces con chanclas, otras con zapatos, en versión mixta o unisex (el segundo que me mira raro al verme escribiendo, y éste iba con machete…)

Pasa un bus para Santo Domingo y siento el impulso de subir y escaparme de la excesiva tranquilidad de Tamayo. Me quedo sentada mirándolo, junto a un chico que tiene un cinco pegado en el faro de su moto concho. Una chica espera bajo el BanReservas con su camiseta roja de diva mientras pasa una furgoneta cargada de bidones de agua. Una mujer con traje choca la mano de los dos hombres que están a mi izquierda, y me quedo con ganas de estirarla el brazo. Chicas y chicos con uniforme, comercial Suaca, un bus rumbo a quién sabe dónde, ruido, mucho mucho ruido (como en la canción de Sabina), niñas con cinturones de mariposa con purpurina, redes en el cabello, otra silla azul como viajera.

El Colmado Almacén Yasmin oferta refrescos de nombres imposibles que nadie compra mientras un descolorido cartel de Leonel nos sonríe estúpidamente con un rostro azulado. Un perro sin dueño camina sin prisa rumbo al rótulo semioculto de una Farmacia. Llega un coche viejísimo con música salsera mientras otra moto gana el reto al más difícil todavía al transportar a un padre con sus dos hijos y un listón de al menos tres metros de longitud. Un viejo periódico anuncia que según un estudio los dominicanos y venezolanos han dominado las suspensiones por dopaje…

Laura